Que el equipo de gobierno de Castelló está amortizado, es un hecho. Que la percepción de que una gran parte de los ciudadanos de la ciudad no renovarán la confianza en el Partido Popular, queda a la observación subjetiva del panorama político local. Que al alcalde y a los concejales que le apoyan parece que esta noticia todavía no les ha llegado, es verdaderamente constatable.
No hay nada más antiguo que la prepotencia de no escuchar, una soberbia casi divina de los que se piensan intocables, de los que creen que, o ellos, o el caos. El ejemplo del TRAM, con sentencia judicial contraria incluida, no lws hace recular, más bien todo lo contrario, los aglutina, los cohesiona, los reafirma en sus ideas y no les deja ver más allá de su debilidad. Sentimiento de tribu, de élite, de mirar al adversario político por encima del hombro, de infravalorar en definitiva . De puertas hacia fuera al menos.
Pero hay detalles instalados en su subconsciente que no pueden evitar que todos vemos, a saber, han sacado, después de tres años «de ajuste», de no-inversión, de decaimiento de una ciudad que languidece lentamente, un ejército de excavadoras, apisonadoras, máquinas asfaltadoras y operarios de la empresa afín que se afanan al levantar calles, plazas y avenidas con un ritmo frenético, de prisa, de prisa, que quedan sólo siete meses por elecciones.
Muchas cosas, al mismo tiempo, sin ninguna medida ni orden, pero dando la sensación de que se tenían que realizar, de que se están haciendo, de que esta ciudad tiene mucho a mejorar, pero, por encima de todo, de que si el recurso para que los vecinos y vecinas los vuelven a votar, es sacar la excavadora, ya han hecho tarde, muy tarde, son historia y esta los ha pasado por encima. Como el TRAM. Entre otras cosas.
Marcos Campoy Portavoz de Iniciativa Castelló. Compromís por Castelló.