La homilía apocalíptica de Rouco Varela despidiendo “oficialmente” al expresidente del Gobierno Español Adolfo Suarez, con todos los habitual excesos verbales y conceptuales del representado de la Iglesia, vuelve a poner de manifiesto como de difícil es hacer realidad aquello de que somos un estado aconfesional.
La sacralización de muchos actos festivos, institucionales; sean las propias fiestas fundacionales con misas y participación eclesiástica, la instauración en el calendario laboral de todas festividades religiosas (Pascua, día de la Inmaculada el 8 de diciembre, día de la asunción de la virgen el día 15 de agosto, día de Sant Josep, día del nacimiento de Cristo,..etc), las inauguraciones de espacios públicos con la presencia de religiosos, y un largo etcétera, nos llevan a comportamiento propios de un nacionalcatolicismo todavía en el ADN de las costumbres, de aquello que se hace por inercia.
Si bajamos al terreno “local”, actos importantes y trascendentes en las personas, continúan igualmente bajo ese “siempre se ha hecho así”, y muchos, por esa dinámica, no concebirían en Castelló un acto institucional de despedida, de por ejemplo, un alcalde o una figura clave local, sin la correspondiente misa, puesto que no hay otra manera de hacer las escenificaciones simbólicas,. Capillas ardientes al margen, en casos muy puntuales, en espacios públicos, podrían ser las excepciones . La costumbre no tiene que suponer la normalidad, y pienso que hay que empezar a cambiarlo.
¿Pero qué hacemos con los casos de particulares?, ¿qué hacer para despedir a un familiar si no quiere una ceremonia religiosa?, ¿se tiene que recaer en lo que pueda ofrecer el tanatorio contratado para tal fin?, ¿Costaría mucho habilitar un espacio municipal, público, y gratuito ( o sujeto a las tasas razonables para emplearlo), donde poder rendir homenaje y ceremonias no religiosas?, casos como los de Castelló donde en el cementerio hay una única sala para hacer ceremonias sin símbolos religiosos, es un pequeño paso en esa dirección, pero obviamente hace falta un poco más.
Igual que un alcalde o concejal puede miedo “casar” a dos personas, ¿ por qué no puede oficial también una ceremonia civil de despedida? ( obviamente, si lo tiene un amigo concejal se lo podrá hacer extraoficialmente, pero no es el caso).
Del mismo modo, “bautizos” o fiestas de bienvenida a este mundo, a nivel privado, nadie nos lo niega de momento, pero… ¿por qué no se puede hacer de manera “oficial”, en espacios públicos y contando con un representante del pueblo?.
Hay ayuntamientos que han avanzado en estas materias, en Castelló, se ve que el peso de la institución ideológica y religiosa todavía es demasiada pesada.
Obviamente, no estamos pensando al poner un ataúd en la sala de plenos, sino habilitar espacios públicos para todo tipos de ceremonias civiles, porque la ciudad somos todos, los que ven el mundo desde perspectivas religiosas, míticas, simbólicas, rituales, asépticas… todos somos ciudad y todos merecemos nuestro espacio.
Y está claro que no es sólo un problema de espacios disponibles, que también, sino de esa caspa que no nos hemos quitado todavía de encima: porque desde las instituciones públicas no se hace la norma de la ceremonia civil, la separación iglesia -estado quiere decir que si se hace ningún acto oficial tiene que ser necesariamente civil. Se puede hacer un acto civil de despedida de un personaje público sin que nada impida hacer a continuación, o no, el funeral religioso; la misa «oficial» de Rouco con Suárez podría haber sido al aire libre. Por lo tanto, nada impide hacer un acto civil (independientemente la familia quiera hacer un aparte de religioso); es el chip que hay que cambiar; otra cosa es que la carencia de espacios, sea otro handicap a superar, vamos por lo tanto, a intentar ponerlo más fácil.
Marcos Campoy, portaveu d’Iniciativa a Castelló de la Plana i membre de l’executiva local de Compromís